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viernes, 2 de diciembre de 2016

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Juan Manuel Sánchez tiene 12 años y juega en las inferiores de Sapere. A simple vista es uno de los tantos chicos de las divisiones básicas de Lifune.

Sin embargo, el sacrificio que hacen él y su familia es digno de admiración. Nos explica una vez más el poder del fútbol como deporte que motiva como pocas cosas.

El pibe es oriundo de El Huecú, ciudad del norte neuquino ubicada a más de 350 kilómetros de la capital provincial.

Para entrenar y jugar, Juan Manuel viaja ocho horas por día (cuatro de ida y cuatro de vuelta) con el único objetivo de jugar a la pelota.

Llegó este año a Sapere por la recomendación que le hicieron a su familia del ambiente cálido que el club ofrece a sus chicos.

Lo recibió el histórico Marcelino Lucumán. Allí lo vieron muy bien en cuanto a sus condiciones pero le faltaba entrenamiento para competir. Los profes le dieron un plan de trabajo y así se sumó a la categoría 2004.

‘‘En un principio venia los viernes y se quedaba hasta el domingo’’, cuenta el presidente funebrero Juan Carlos Lucumán.

Sin embargo, hace cinco meses empezó a viajar por distintos motivos. Pero eso no lo frenó y con el apoyo de su familia (padre, madre y hermana) sigue firme. Desde el club notan el crecimiento. Tal es así que lo subieron a la categoría 2003, una más arriba que la suya.

El goleador de El Huecú pinta para buen proyecto. Si bien no lo quieren presionar, algunos clubes estuvieron probando jugadores y le echaron el ojo.

Con su esfuerzo, Juan Manuel es otra muestra de que el fútbol es mucho más que correr atrás de una pelota.

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